martes, 24 de noviembre de 2015

INGRES, EL DESEO DE BELLEZA, MUSEO DEL PRADO




La source (La fuente) 1856, INGRES.  LOUVRE




DESNUDO


Blancos, rosas... Azules casi en veta,
retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto presente!




AUTORRETRATO  DE  INGRES CON  24 AÑOS
INGRES (1780-1867) pintor francés inclasificable y enigmático  considerado a la vez tradicional y revolucionario, académico y vanguardista o tan romántico como clásico. Sus cuadros te llevan a los lugares del DESEO, insaciable e insatisfecho de la belleza.
Desde hoy hasta el 27 de Marzo del 2017, podran verse 70 de sus obras en el MUSEO DEL PRADO recopiladas de los principales museos del mundo, como El Museo del Louvre en París, The Metropolitan en Nueva York, The National Gallery en Londres o la Galleria degli Uffizi en Florencia. 

          
  
       
                                      

En el MUSEO NACIONAL DEL PRADO  la mirada de "LA GRAN ODALISCA" nos perseguirá igual que su carnalidad un canto al placer y al deseo pintada en el año 1814 y propiedad del LOUVRE y considerado "el primer gran desnudo de la tradición moderna".




Jean Auguste Dominique Ingres, La Grande Odalisque, 1814. Louvre .París.



                                             Y una obra maestra del retrato



Dominique Ingres, Portrait of Monsieur Bertin, 1832



              INGRES ha influenciado a numerosos artistas como PICASSO o MAN RAY.



PICASSO, Gertrude-Stein ,1906



MAN RAY , El Violin de Ingres, 1924




Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no solo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz; y algún
obstáculo casual los hizo vanos.